Estar siempre a la defensiva pensando que los demás solo desean cuestionar tu actuación, desempeño y reputación es dañino para las organizaciones, para el sano ambiente de trabajo y en general para tu vida. Hay que dejar de ver a los demás como una amenaza y no hacer parte de la cultura del “yo no fui”.

¿Qué es la cultura del “yo no fui”? Es la actitud propia que muchas personas asumen cuando se ponen a la defensiva pensando que cualquier comentario, pregunta, señalamiento o conclusión de los demás, tiene siempre un trasfondo intencional que busca exclusivamente atacarlos de manera directa, cuestionando su actuación, desempeño, reputación o su imagen. Si bien esto se observa con mucha más frecuencia en el ambiente laboral, lo cierto es que también se da en nuestro diario vivir, en nuestros hogares, con nuestros amigos e incluso en lugares y ambientes donde no conocemos a nadie.

A veces sucede que el jefe pregunta en tono airado “¿quién fue el que redactó este informe?” y todos al unísono responden “yo no fui”, pensando obviamente que algo quedó mal en el informe, razón por la cual seguramente les van a llamar la atención; sin embargo resulta que la única intención del jefe era felicitar al autor del mismo por su calidad. También puede suceder que el jefe pregunte “¿por qué los costos de personal de este mes se incrementaron en 20%?” y todos en tono de “yo no fui” dan una y otra explicación como si algo se les hubiera salido de control prometiendo tomar todas las medidas correctivas inmediatas; sin embargo resulta que el jefe al contrario estaba positivamente asombrado por un incremento de tan solo el 20%, cuando él, a sabiendas del efecto que tendrían las decisiones gerenciales tomadas el mes anterior, esperaba un aumento mucho mayor que ese 20%. Esa es la cultura del “yo no fui”.

Al final de cuentas, todas estas actitudes no demuestran nada diferente a una actitud defensiva la cual también se nos presenta en nuestra vida cotidiana, cuando por ejemplo una mañana tu esposa queriendo ser cariñosa contigo se acerca a ti diciéndote todo lo que te ama y tú desconfiado de inmediato le preguntas, “¿dime la verdad, estrellaste el auto?” o cuando tu esposo queriendo tener un detalle amoroso contigo, te dice lo rico hueles ese día y tú incrédulamente le respondes: “¿cómo así, acaso los otros días olía mal?” Esto es estar a la defensiva.

Existen muchas razones por las cuales siempre permanecemos a la defensiva, pero sin lugar a dudas, las principales se originan en la inseguridad, el temor y la baja capacidad para asimilar cuestionamientos que demuestren nuestros errores o pongan en duda nuestro desempeño, imagen o reputación. En algunos casos las posiciones defensivas se generan producto de personalidades competitivas que están acostumbradas al éxito y a ser reconocidas por sus aciertos, personas con un bajo nivel de tolerancia y aceptación al fracaso que además son bastante inflexibles para aceptar opiniones diferentes a las suyas. En algunos casos la actitud defensiva se origina también en situaciones puntuales de agotamiento, estrés e incluso debido a situaciones particulares que se vivieron con experiencias anteriores que afectaron el auto-estima y la desconfianza.

Si quieres saber si haces parte o no del grupo de personas que permanentemente se encuentran a la defensiva y que viven muchas veces la cultura del “yo no fui”, estas son algunas actitudes típicas que demuestran que tienes algo que corregir:

  • Cuando sin haber siquiera escuchado lo que la otra persona intenta preguntarte, tú ya le estás respondiendo.
  • Cuando sin haberle permitido a la otra persona manifestar su opinión, tú ya se la estás cuestionando. woman-1447064_640-1
  • Cuando mientras la otra persona está intentando explicarte algo, tú ya estás pensando en cómo refutar sus argumentos.
  • Cuando ante cualquier comentario positivo que te hacen, tú siempre estás intentando averiguar qué hay detrás de ello o cuál es la trampa que te quieren poner.
  • Cuando reaccionaste agresivamente asumiendo que intentaban atacarte y luego descubriste que no era así.
  • Cuando siempre estás intentando encontrar un culpable para todas las cosas que pasan, incluyendo aquellas generadas producto de tus propias decisiones, con la absoluta convicción de que el responsable nunca eres tú.
  • Cuando a través de tus expresiones no verbales demuestras tu escepticismo o incredulidad sobre todo lo que los demás dicen.
  • Cuando siempre tienes una explicación o una excusa para todo y nunca aceptas que se trató de un error tuyo.
  • Cuando utilizas estrategias como la de hablar en un tono mucho más alto que los demás para intimidarlos o la de hablar sin parar para impedirles que ellos expresen sus ideas.
  • En resumen, cuando ante cualquier comentario o pregunta de los demás, tu reflejas directa o indirectamente un “yo no fui”.

Definitivamente una actitud defensiva refleja la personalidad de alguien inseguro e inflexible, alguien extremadamente emocional y muchas veces injusto. Lo principal para superar una actitud defensiva es primero que nada aceptar tal condición, desarrollar tu auto-estima, entender que tú no eres el único ser existente sobre este planeta y que el mundo no gira alrededor tuyo, es decir, que el resto del mundo no fue creado para atacarte sino para convivir contigo. Hay que aprender a dar espacio a los demás y respetar sus ideas así no coincidan con las tuyas, aprender a pensar antes de hablar, aprender a argumentar las ideas, convicciones y decisiones, aprender a defender tus posiciones de manera sólida pero dando espacio a posiciones diferentes, aprender a confiar en la buena intención de los demás y no asumir que siempre hay algo turbio detrás de las cosas y obviamente aprender a decir “yo sí fui” argumentando por qué lo hiciste sin importar si fue una buena o mala decisión; recuerda que lo fundamental es que tus decisiones siempre sean tomadas a conciencia y con la convicción de que era lo mejor en su momento, así después las cosas no hayan resultado bien. Al fin y al cabo los aprendizajes más enriquecedores que tenemos en nuestras vidas, casi siempre han estado originados en equivocaciones, tropiezos y en los retos que a diario nos ha puesto la vida.

Independientemente de cuál es el origen, lo cierto es que la cultura del “yo no fui” es dañina para las organizaciones, para el sano ambiente de trabajo y en general para tu vida. Hay que dejar de ver a los demás como una amenaza.